
De ser ciertas las encuestas, nos enfrentamos a un escenario electoral inédito en nuestra Historia; como nunca enfrentamos una gran dispersión de votos, incertidumbre mayor en quiénes serán los que pasen a segunda vuelta, bloques políticos tradicionales desplazados por un electorado líquido; paradigmas diluidos en una confusa amalgama de ideas, muchas de ellas más populistas que populares, irreflexivas y leves, y como si fuera poco, un candidato de la derecha más conservadora, tributaria de la dictadura, aparece liderando las mediciones, rompiendo incluso la lógica del porcentaje de aquellos que votaron rechazar una nueva Constitución.
¿Cómo se entiende?
¿Qué hay detrás de este escenario?
Profundizar en un análisis político a partir de las encuestas, sobre todo considerando lo perdidas que han estado en los últimos años, me parece un despropósito; pero sí intentar entender qué pasa con nuestra alicaída democracia, con nuestra deteriorada convivencia social y con el maximalismo político que amenaza un creciente populismo conservador, que con algo de desafección veíamos a distancia en los EE.UU. de Trump o en el Brasil de Bolsonaro.
Como señal, lo más curioso es constatar la normalización que una candidatura como la de José Antonio Kast genera en los medios y en las personas, que muchas veces sin entender el fondo de los procesos históricos, con facilidad reinterpretan la realidad con un facilismo peligroso. En lo personal, y es arriesgado decirlo, no me resulta posible que un candidato como Kast, representando lo que representa, tenga posibilidades de pasar a una segunda vuelta.
¿Por qué?
Porque el 80% de los chilenos votó aprobar una nueva Constitución, y por mucho que Kast haya morigerado su relato político en la campaña, aunque desnudado y contradicho en los últimos días de debates y entrevistas, representa fielmente precisamente al sector del país más duro que votó Rechazo en el plebiscito constituyente. Pero bueno, sabemos que ambas son elecciones distintas, y que no necesariamente un momento es el mismo que el otro, lo que de alguna manera nos sirve para explicar también el fenómeno de las elecciones de Bachelet 2 y Piñera 2 tras los gobiernos precisamente de sus opuestos.
¿Cambió el electorado de un día a otro, se izquierdizó el electorado cuando votó Bachelet, se derechizó el país cuando votó por Piñera?
Entonces los comandos sacaron cuentas alegres y pretendieron construir respectivamente un relato desde esa lógica, que los triunfos del bacheletismo o del piñerismo simbolizaban por un lado que la ciudadanía sólo prefería un modelo de sociedad inspirado en el “ejemplo del compañero Allende” o el neoliberalismo a ultranza que garantice “una sociedad libre, que apueste al crecimiento y a la libre competencia que genere riqueza”, si me permiten la caricatura para explicar a qué me refiero. Mucha de esa lógica aún subsiste en nuestra clase política, también en los independientes que irrumpieron en la constituyente, tratando de enarbolar banderas excluyentes de patrones sociales más bien anclados en relatos propios de la Guerra Fría más que en una comprensión llena de matices que supone analizar en profundidad la verdaderas y variadas demandas de la gente, las ideas que hoy circulan entre las personas en medio de una sociedad en proceso de cambios.
Se equivocan quienes insisten en entender la política desde las ideologías, al menos desde las ideologías clásicas con la que las potencias de la posguerra se disputaron el mundo, lo dije en su momento y lo repito ahora. El voto en los últimos tiempos ha servido más para vetar que para elegir, y probablemente la ciudadanía tiene más claro lo que quiere que la clase política en comprenderlo.
La elección
Si Kast pasara a segunda vuelta sería porque uno de los siguientes escenarios se ha dado:
- Gente que votó por una nueva Constitución está dispuesta a votar por la derecha más conservadora;
- La candidatura de Kast hará que vaya a votar más gente que la que votó en la constituyente, despertará las fuerzas ocultas de la derecha más dura;
- No todos quienes salieron a las calles a manifestarse tras el 18/10 o votaron apruebo necesariamente votaron en contra de un sistema político, o en contra de los 30 años de Concertación o en contra del “Modelo”, sino que habrían salido a manifestarse por una serie de insatisfacciones propias de la modernidad, con una gran diversidad de demandas no sólo políticas ni institucionales, en un país altamente segregado y desigual, con falta de oportunidades, lo que nos haría concluir que habría sido un error pensar que el voto del Apruebo era una señal monolítica, que de podía sintetizar en un relato único, unidireccional, capitalizado sólo de un partido político o sector.
La verdad es que los dos primeros escenarios no tienen por si solos la fuerza para determinar un cambio tan drástico en el electorado, pero si el tercero, que de alguna manera es la tesis de Carlos Peña, que con el tiempo adquiere más sentido, y repite un poco la esquizofrenia de la clase política que cree que el voto recibido es una preferencia definitiva a una clase de sociedad excluyente de la otra, lo que por cierto no es así.
La candidatura de José Antonio Kast, más allá de que su campaña sea dirigida desde los poderes fácticos, pavimentada con la simpatía de los medios de comunicación tradicionales y soportada por las encuestas construidas desde su entorno, a mi juicio capitaliza con cierta habilidad, parte de los errores no forzados de algunos sectores ultra ideologizados que confundidos en el entusiasmo del estallido social, han intentado reducir el proceso a un eslogan sin ser capaces de enfrentar el análisis desde la complejidad y profundidad que la situación amerita. Algunos, yendo más lejos, sucumben ante las encuestas o la voz de la calle interpretando el momento histórico con un razonamiento mesiánico. Lo que a muchos le asusta.
Pero sin duda, en muchos aspectos, un eventual triunfo del candidato del Frente Social Cristiano, sería un grave retroceso para el país. No se trata sólo de su adscripción a la dictadura, de su conservadorismo religioso decimonónico, de su mirada frente al tema medioambiental; no se trata sólo de su sensibilidad discriminatoria frente a las orientaciones sexuales, los inmigrantes o los pueblos originarios sino especialmente, por su discurso que relativiza los atropellos a los DD.HH. ocurridos en dictadura o pone un manto de duda respecto de los crímenes de militares como Krassnoff. Cuando todo el país va en una dirección, la candidatura del hermano de fallecido ministro de Odeplan del régimen militar pareciera atrincherarse en un modelo excluyente, intolerante y autoritario, que por lejos es lo que los chilenos queremos superar.
Por lo anterior es que creo que en la víspera de la elección, la derecha democrática preferirá apoyar a Sichel, que me parece representa una derecha honesta con voluntad de cambio. Si logra vencer a Kast, podríamos tener a Boric o Provoste compitiendo con él en el balotaje, aunque no descarto en absoluto, y no debería extrañar a nadie a la luz de un comportamiento electoral lógico, que los candidatos de Apruebo Dignidad y Nuevo Pacto Social sean los que pasen a segunda vuelta.
Como fuere, la posibilidad de que la derecha vuelva a ser gobierno parece muy remota, lo que supondría una renovación profunda del sector. Y si la actual oposición logra superar los atavismos populistas y pueda aglutinar las fuerzas democráticas de centro y centro izquierda sacudiéndose de los viejos ideologismos trasnochados, será posible mirar el futuro del país con un renovado optimismo que se construye no sólo esperando sentado frente al televisor sino yendo a votar y participando con fervor por los cambios que nuestra sociedad requiere. El trabajo no es sólo de quienes estarán en la papeleta este domingo sino de todos nosotros y de nuestro compromiso con la democracia y la paz.
Muchas gracias por el análisis contextualizado ,que da luces para una votación en conciencia,
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