El lugar de todos los chilenos

Las efemérides son apenas una excusa. Solo una fecha que sirve para la memoria. Por eso hay que mantener cierta distancia con ellas, una necesaria desconfianza. Los hechos recordados son siempre distintos a lo que se construye sobre ellos. Años, décadas, siglos después, son apenas el vestigio interesado de lo que algunos han logrado construir tras el paso del tiempo. Historiadores, gobernantes, fanáticos de uno u otro lado, la tradición oral, el mito popular, levantan una entelequia sobre la cual se yergue la identidad de un pueblo y a veces se escribe la Historia oficial.

Los próceres no son sino la imagen de los frescos realizados por los pintores del siglo XIX; los relatos históricos, el de los ganadores de las batallas; las arengas y los relatos, una delicada redacción a posteriori en el gabinete de un gobierno pelucón o pipiolo; los hechos narrados, apenas el remedo simplón de acontecimientos complejos y matizados. Por eso a veces hay que desconfiar de una simple efeméride, que con su iconografía oculta aspectos esenciales para comprender nuestra historia y profundizar los alcances precisos del derrotero de un pueblo, una nación y una ciudadanía.

Sabemos que el simbolismo de la primavera fue decisivo en la instalación de estas fechas de septiembre como señal de la independencia, se decidió por el año 1837 que nuestras celebraciones patrias se establecerían en estos ventosos días de septiembre en que las temperaturas eran más amables y la metáfora de los aromos en flor en los bordes del camino mejor expresaban los designios de una patria independiente. Atrás quedaban los doce de febrero con el recuerdo aún fresco de Chacabuco, atrás los cinco de abril del triunfo definitivo en Maipú, los tiempos de vendimia y la aproximación de Semana Santa no eran fechas propicias para las chinganas y las fondas allende el Mapocho, en cambio sí septiembre, el mes indicado para celebrar una independencia que en realidad no fue.

Las efemérides son una excusa, una buena excusa para recordar lo que hemos sido, pero sobre todo lo que queremos ser: delinear el destino común de un pueblo unido por ese destino común. Un destino común que nos dé sentido, un destino común que nos convoque sinceramente. Sí, recordar la Historia patria sirve, debe servir, para vencer los prejuicios y buscar la verdad, aquella que más allá de los intereses particulares y excluyentes, nos permita comprender que el país es nuestro futuro y el futuro el lugar de todos los chilenos.

Publicado por Rodrigo Reyes Sangermani

Un trashumante que busca explicaciones casi siempre sin encontrar ninguna

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