Un nuevo septiembre

Hoy todos quieren dar garantías, certezas, confianzas a los electores de su posición; entregar señales que pavimenten un resultado que convenga a los sectores en disputa. Aprobar para reformar, con iniciativas gubernamentales declaradas, con un oficialismo que ya ha entregado un listado previo de temas que en la eventual nueva Constitución deben modificarse, ajustarse, “perfilarse” en palabras de un retractado dirigente del PC. Otros, algunos dirigentes del Frente Amplio, han planteado incluso, que esos cambios no deberían ser sólo “cosméticos”. En el bando contrario, hay amplios acuerdos para ver, en el caso que gane el “Rechazo” cuáles serían los artículos para reformar, las ideas a corregir, manteniendo lo central que la propuesta trae en términos de cambios sociales profundos. 

Curioso, porque matices más, matices menos -salvo de sectores más comprometidos con sus causas maximalistas que plantean dejar todo igual-, sea aprobada o rechazada la nueva Constitución, las más amplias mayorías parecen acercarse a un gran acuerdo nacional, una nueva Constitución necesaria, morigerando aspectos que en la nueva propuesta resultan críticos para ambos sectores. Son temas más o menos importantes, detalles, como decía, matices que es lo que se ha venido discutiendo antes de la histórica fecha, y probablemente lo que se seguirá discutiendo tras el plebiscito, salvo que, claro está, el rechazo o el apruebo se disparen en porcentajes hasta ahora no previstos por las encuestas y que por lo visto se mantendrá en un margen apretado más allá de los particulares entusiasmos de los partidarios y los partidistas.

Al parecer habría una amplia unanimidad, un punto donde una gran número de chilenos parece reencontrarse, al menos los sectores mayoritarios de derecha, centro e izquierda, en la necesidad de profundizar reformas institucionales que transiten hacia un Estado de bienestar que logre mayores estándares de igualdad entre todos los chilenos, sin hipotecar nuestra historia republicana, las instituciones, ni debilitar nuestra democracia disminuyendo los mecanismos de control o desequilibrando los poderes del Estado.

Un plebiscito de blancos y negros tiende a polarizar la discusión, extremar argumentos para canalizar las voluntades por las ideas excluyentes, que, sin embargo, no se ha percibido tanto en esta elección, no se respira un ambiente tan polarizado como uno hubiera esperado, los rechazo para reformar, y los apruebo para reformar son las ecuaciones que han dominado la discusión y han quitado dramatismo al plebiscito. Es cierto que igual algunos despotrican contra los otros como si la disidencia fuera un pecado, o que los unos creen ser poseedores de la verdad, pero no es así, hay espacio para la construcción de un nuevo futuro para todos si todos nos ponemos de acuerdo de verdad en los temas de fondo más que en lo artificioso de una discusión ideologizada.

Yo la verdad es que soy optimista, como siempre. Al parecer, más allá de las sombras de cualquier proceso o de las voluntades violentistas de algunas ruidosas minorías, la esperanza de un nuevo diálogo ha abierto las puertas para continuar una discusión constituyente que lejos de terminar, como ya se ha dicho, pareciera que desde el 4 de septiembre será una nueva etapa de reflexión y diálogo, como debería ser siempre en una democracia madura, dialogante y respetuosa.

Publicado por Rodrigo Reyes Sangermani

Un trashumante que busca explicaciones casi siempre sin encontrar ninguna

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: