
El estallido social y la creciente demanda de cambios exigidos por la ciudadanía derivó en el entusiasmo de algunos sectores más ultras que creyeron tener un cheque en blanco para borrar todo lo bueno que había hecho el país; pensaron que queríamos un momento revolucionario y por eso aparecieron las arrogancias políticas y el discurso maximalista de cambiarlo todo, muchas veces relativizando la democracia y sin condenar la violencia, dándole a la derecha argumentos para maquinar la consabida campaña del terror.
El amplio triunfo del Apruebo los empinó a la soberbia mientras que la ex Concertación no quiso defender los mejores años de nuestra democracia y de paso fue incapaz de generar un bloque de centroizquierda que garantizara en el futuro un gobierno de transformaciones profundas con gobernabilidad y paz cívica como antídoto eficaz contra el populismo y el autoritarismo.