Yo encuentro lamentable que una vez más, por responsabilidad de las élites en este país nos estemos farreando nuestra estabilidad democrática. Es fácil echarle la culpa al otro, al contrario, pero cuesta asumir las propias cuando se trata de comprender los procesos sociales y económicos de más largo alcance.
Se me vienen a la cabeza los desaciertos de relato del propio Piñera y sus ministros cuando a poco andar de este gobierno se rio en la cara de la ciudadanía acerca de la necesidad de comenzar (continuar) un proceso constitucional iniciado en el gobierno anterior, proceso que hubiera descomprimido una tensión social larvada por las tremendas injusticias y desigualdades que esta pandemia ha venido a visibilizar a aquellos que no la veían, o la ignoraban dolosamente. Pero no es esa derecha la única responsable, también sectores de izquierda que vieron en esa actitud indolente, una oportunidad para, sin reconocer los fracasos de sus propias historias, pudieran de nuevo reivindicar modelos obsoletos y trasnochados. Y los sectores moderados no han tenido el liderazgo político para poner la dosis necesaria de sensatez, mientras prefirieron los tempranos acomodos a sus poltronas de poder.
Hoy pareciera que todos los intentos de racionalidad son tardíos, aún más, la convocatoria a la paz y la discusión política es denostada por quienes precisamente están llamados a reivindicarla. Si no asumes posiciones excluyentes eres un enemigo, al tiempo que sectores alienados pretenden sin pudores seguir defendiendo sus privilegios y el beneficio de sus enormes negocios y otros enardecidos por el hambre de destrozarlo todo.
La democracia hoy no la destruyen cruentos golpes de estado por gorilas de uniforme, se socavan por la debilidad de las instituciones, la ignorancia de sus actores y la ambición de poder de sus políticos.
Buena caza 