La vida en movimiento (7 de Julio)

Las fechas de aniversario no tienen sino un valor simbólico; sirven para rememorar los hitos que han dado sentido a la vida. No sé, los eventos cruciales que han determinado una forma de ser que explican un derrotero.

Por ejemplo: los inviernos de La Reina, sus lluvias torrenciales que descendían de la fría cordillera; las utopías de Montenegro 661 con el cúmulo de contradicciones adolescentes forjando relaciones duraderas; en Bustamante 180 en busca de un destino permanente y la conquista de mi libertad de pensamiento; más tarde, la imagen imperecedera de un monte sagrado, el Manquehue; observando cada tarde, con su corona de nubes, las luminosas hojas de los liquidámbares en flor, los rojizos brillos de sus sedas, acariciando los terciopelos de su piel tibia; y luego, con ella, la rebelión de las ideas en Vasconia y Los Pirineos, el despertar del mundo mágico: las películas de Scola y Risi, de Bergman y Tarkowsky en el Normandie, de Einsenstein y Lang en voz de la Vera Carneiro; las cervezas del Jaque Mate y el Castillo, las de queso de la Fuente Suiza. Conocimos a Pharoah Sanders en el Baquedano tocando la música de Coltrane, la definitiva consagración de la primavera viajando de mar a cordillera, y luego las azulosas olas del océano golpeando la costa en Punta de Tralca, Isla Negra o Concón, trayendo a los niños uno por uno para convertirlos en adultos, sin darnos cuenta. Guitarras, vinilos dando vueltas, 32 fotogramas al ritmo de una máquina; Kant y el ornitorrinco, las pañoletas azules y grises, los bosques del sur, las arenas del norte, como un paisaje de novela y poesía de potente lirismo.

Un sueño por la televisión de todos, una amistad forjada en los grines del Grange; recorrer una, dos, tres vueltas la geografía apabullada para perderle el miedo a los canallas; salir de la noche para enfilar los pasos definitivos al Oriente aprendidos de mis maestros más viejos.

Y de vuelta, de nuevo la vida con la que amanece cada día, como un chispazo fugaz de rostros, paisajes y relaciones, de besos, brindis, amistades y amores profundos, de una vida conectada con la Historia, la gran Historia entrelazada con las pequeñas historias, íntimas y personales. Melodías y palabras furtivas, aromas de cerezas y madera húmeda, de fogatas infinitas y estrellas.

Con el día se nos esfuman las frágiles fotografías de la memoria, dejando tras de sí, la acumulación virtuosa de la experiencia, la exaltación de la propia vida en movimiento

Publicado por Rodrigo Reyes Sangermani

Un trashumante que busca explicaciones casi siempre sin encontrar ninguna

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