
Por minutos, la luz se convertirá en sombra; la gente mirará al cielo para disfrutar de un evento único, que nos propone una vez más, asumir nuestra fragilidad como especie y como planeta. Nadie creerá que los dioses se han ensañado con el hombre ni los druidas reclamarán sus embrujos ni los magos sus pociones mágicas para comprender el “anormal” fenómeno. La ciencia habrá triunfado, el espectáculo nos entregará información y evidencia; el universo se mostrará en plenitud con sus mecanismos físicos formidables. El hombre disfrutará de sus certezas, recalculará las medidas de las escenas naturales. No habrá Providencia, no habrá subterfugios, no habrá supercherías, la única magia será el ritmo de los astros que, guiados por las leyes de la naturaleza, se desplegarán a sus anchas para sorprendernos con la belleza de contrastar nuestra futilidad frente a la curvatura del cielo infinito.